"La cultura no se puede medir". ¿Cuántas veces hemos escuchado esa frase, casi como un mantra? Pues bien, el miércoles pasado nos reunimos virtualmente un grupo de apasionados por la cultura con la firme intención de desmitificar esa idea. Compartimos experiencias, debatimos ideas y, lo más importante, hablamos –sin tecnicismos rebuscados ni discursos vacíos– sobre cómo SÍ se puede (y se debe) medir el impacto cultural.
Lo que Conversamos (Sin Filtro):
¿Por qué nos da susto medir?
Seamos sinceros: a veces parece algo frío, distante, como si los números fueran a "matar" la esencia del arte. Pero la realidad, como compartieron varios colegas, es que cuando nos atrevemos a medir con propósito, descubrimos un nuevo lenguaje. Un lenguaje que nos permite dialogar con el Estado, con empresas, con la propia comunidad... y, ¡sorpresa!, un lenguaje que finalmente entienden y valoran.
Herramientas reales, no sueños de Silicon Valley
Hablamos de todo un poco: desde encuestas hechas con papel y lápiz en terreno (¡sí, todavía funcionan!), hasta plataformas digitales sencillas que cualquiera puede aprender a usar. El mensaje fue claro: lo crucial es perderle el miedo, empezar por lo básico, y desde ahí, ir escalando a medida que ganamos confianza y vemos resultados.
Experiencias en carne propia
Productores/as, gestores/as y artistas contaron cómo un dato aparentemente simple –como la procedencia geográfica del público, o el famoso NPS (Net Promoter Score o Índice de Satisfacción Neta)– les permitió afinar su programación, forjar alianzas estratégicas o, incluso, esquivar errores que podrían haber costado caros.
La ética y el respeto siempre primero
Medir no es sinónimo de invadir. Dedicamos un buen tiempo a conversar sobre buenas prácticas: cómo pedir datos de forma transparente, cómo resguardar la privacidad de las personas y, fundamentalmente, cómo usar la información de manera responsable y constructiva.
Preguntas y conversación abierta
El chat echaba humo (del bueno). Respondimos de todo: desde el clásico "¿cómo logro que la gente realmente conteste mi encuesta?" hasta el temido "¿qué hago si los resultados no son los que yo esperaba?". La conclusión fue unánime: el dato es una brújula, no una sentencia. Nos guía, nos alerta, nos ayuda a recalcular el rumbo.
Un Cierre Que Nos Dejó Pensando (y Motivados):
Medir el impacto cultural, más que una tarea, es un acto de amor propio hacia nuestro sector. Es una forma de cuidar nuestros proyectos con inteligencia, de entender más profundamente a quienes servimos (nuestros públicos) y de fortalecer la voz de la cultura en el debate público, donde tanto necesitamos hacernos escuchar.
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